sábado, 19 de julio de 2014

Juan Montalvo
LAS CATILINARIAS

(Fragmento)
“El chagra llega a ser coronel, Dios misericordioso. Al que le dice coronel, es capaz de darle un ojo de la cara aun cuando sea tuerto… Un gran señor libertino es terrible cosa, dice un moralista; un chagra gran señor, con cacofonía y todo, es la cosa más graciosa que puede nadie imaginar… La loza blanca no ha penetrado aún en el palacio del chagra: allí se ven platos de mariposas azules y escudillas moradas como para frailes… En resumidas cuentas, venga el chagra-galán, el chagra-diplomático, antes que el chagra-militar; porque este aun cuando se halle él mismo en amena conversación con amigos y señoritas, de repente se acuerda de que es soldado, y ¡juego mochachos!...”“… Volvamos a nuestra amable política. Viejos del lazareto de Urbina y jefes flamantes, chagras-soldados, hicieron elecciones a ¡juego mochachos! ¿Qué mucho que la Convención de Ignacio de la Cuchilla haya sido una junta de dioses, no de los romanos…? Ignacio de Veintimilla va a decir que hubo libertad de sufragio, puesto que yo mismo fui electo para la Convención; pero trabuca sus recuerdos: electo fui, verdad, a juego mochachos. Cuando pálido de cólera, trémulo de miedo, despechado y balbuciente oyó mi nombre, ¿no dijo: “Yo había dado orden de que el más insignificante de los ecuatorianos fuese electo por la más insignificante de las provincias”? Debe ser la provincia más pundorosa y valiente, cuando a fuero de atrevida pudo elegir al que desde entonces tenía proscrito en su ánimo ese excremento de García Moreno. Eligiole haciendo caso omiso de gobernadores, comandantes de armas, comisarios y sicarios, haciéndoles temblar la barba, como dicen, y metiéndose en petrina. O fue más bien que no hubo allí apóstoles de la libertad que anduviesen predicando su doctrina con las culatas de los fusiles”.“No puedo menos que hacer una salvedad, cuando doy en las galeras con esa canalla delincuente que se llamó Convención de Ambato. Hubo en ella tres o cuatro hombres que pudieran haber pertenecido a una junta grave y majestuosa, y un anciano con cuya presencia brillaría un colegio de senadores virtuosos. Don Pedro Carbo extremó su santidad hasta el punto de sufrir esa danza macábrica, y han de tomar parte en ella; y esto es lo que admiro en él sobre toda ponderación. ¿Hubiera yo visto esa cara de caballo que se asomaba por ahí a intimidar y a amenazar a los legisladores, sin echarle el agraz en el ojo? ¿Hubiera llevado en paciencia ver ese fauno asqueroso, durmiendo y roncando en el sitial del presidente, un palmo de boca abierta, adonde acudían las moscas de los alrededores? ¿Hubiera sufrido el alzamiento de esa manga de urdemales contra la honra nacional y la vergüenza pública? Bien apurada la cosa, podemos decir que hubo en la comunidad de fetiches nueve hombres de conciencia… y fueron los que le negaron su voto para presidente de la República a Ignacio Fraudador de los Ardides. Un clérigo pasó tan adelante en el desparpajo, que, encastillado en su mitra, le dio cara a cara: Ignacio, te he negado mi voto, porque te juzgo inepto para el mando; y porque has de hacer lo necesario para el mando; y porque has de hacer lo necesario para que te suban a la guillotina…”

miércoles, 16 de julio de 2014



Juan Montalvo



Juan Montalvo (Ambato, 13 de abril de 1832 – París, 17 de enero de 1889), fue un gran ensayista y novelista ecuatoriano; él con sus escritos dejó un legado que hasta hoy es reconocido, tanto así que cada 13 de abril se celebra el Día del Maestro Ecuatoriano en honor a su natalicio.
Vivió apasionadamente la política de partidos de su país, y su pensamiento liberal estaba fuertemente marcado por el anticlericalismo y la oposición a los dictadores Gabriel García Moreno e Ignacio de Veintemilla, (los principales escritos de Montalvo fueron en contra del régimen de Gabriel García Moreno, después de su muerte, Montalvo manifestó ‘Mi pluma lo mató’ y prosiguió a escribir ‘Las Catilinarias’, obra en la que hace una comparación entre García Moreno y Veintemilla.)
Luego de la publicación de la revista El Cosmopolita, por medio de la cual criticaba a la dictadura de García Moreno, Montalvo viajó a Colombia, donde escribió gran parte del resto de su obra.
Su oposición a la dictadura lo mantienen fuera de Ecuador, primero exiliado en Panamá y luego en Francia. En 1881 viajó a París con el manuscrito de otros libros suyos. El libro de ensayos Siete tratados, quizás la obra que mejor caracteriza la cultura de Montalvo, se publicó en 1882; los demás sólo después de su muerte.
Juan Montalvo desde muy joven se dedicó al cultivo de las letras, por tanto sus obras son el producto de su afición y dedicación, tales como: ‘Los Siete Tratados’, ‘Capítulos que se le olvidaron a Cervantes’, ‘La Dictadura Perpetua’, El Cosmopolita’, ‘Las Catilinarias’, ‘El Espectador’, El Regenerador, Geometría Moral, La Mercurial Eclesiástica’.
“Ojeada sobre América” (1866) es un ensayo más extenso y también un buen ejemplo del estilo de su prosa, de su preocupación por América y de sus conocimientos, no sólo del pasado histórico sino también de los acontecimientos del momento.
La crítica coloca a Montalvo entre los autores clásicos ecuatorianos, por la galanura de la corrección; en sus escritos demuestra Montalvo el amor a la libertad, la defensa a la democracia y la divulgación de los conocimientos científicos, en procura de un mejoramiento de la ética social.
La obra ensayística de Montalvo destaca por su espíritu combativo ante la opresión, tanto social como política y religiosa. En su obra destaca el ensayo polémico. Como escritor era un purista en el uso del lenguaje y un clasicista en el estilo, pero un romántico en su amor a la libertad y en su lucha contra la tiranía (“Mi causa es la moral, la sociedad humana, la civilización”, dice en 1859 en carta al dictador García Moreno).
Seguramente la personalidad más singular y atractiva de la historia literaria ecuatoriana es la de Juan Montalvo. Su nombre cobró prestigio internacional después de mediado el siglo XIX, desde la aparición de su primera obra: “El Cosmopolita”.
Consiguió convertirse en uno de los grandes referentes de la literatura ecuatoriana.
Literalmente Montalvo ha sido y es conocido como “El Cervantes de América”, por su exquisita y límpida expresión y uso del idioma castellano en todas sus obras y en especial en ‘Capítulos que se le olvidaron a Cervantes’; orgullo de Ambato y el Ecuador”.
El 17 de enero de 1889 muere el “Cosmopolita de América”. No sin antes exclamar una frase muy celebre suya: “Un cadáver sin flores siempre me ha inspirado tristeza”, por eso antes de morir se vistió de gala.